La pantalla es expuesta a luz UV . La emulsión se endurece con la luz y las partes oscuras de la imagen al no dejar traspasar la luz, mantienen la emulsión blanda. La emulsión en las zonas que no recibieron la luz se desprende al lavar la pantalla, dejando esas partes “abiertas” para permitir que pase la pintura durante la estampación.
Tras lavar y secar la pantalla, la retocamos y ponemos precinto para evitar que llegue la pintura a las zonas que no deseamos. Este paso se repite con todas las pantallas necesarias para nuestra Estampa.
De fundamental importancia es la elaboración de los colores, su intensidad, transparencia, viscosidad, etc. Partiendo de la base que cada color se asienta sobre otro color previo, éste reaccionará de forma distinta al color concebido sobre el papel blanco. Este reto ofrece resultados inesperados que es uno de los motivos que hacen de este laborioso proceso una experiencia fascinante.
El papel es cuidadosamente cortado y medido . Llevamos las pantallas a la mesa de estampación. Ajustamos la presión, los ángulos y la viscosidad de las tintas para garantizar una óptima definición de la imagen.
La tinta pasa de la malla al papel con la ayuda de una rasqueta. Es muy importante que la presión al pasar la rasquetea sea igual para que exista una distribución homogénea de la misma.
Cada vez que arrastramos un color nuevo, el papel debe estar seco completamente.
El registro debe ser exacto. La precisión es la regla número uno durante todo el proceso.
Después de estampar todas las capas, dejamos que las tintas sequen completamente.
Por último, intercalamos las estampas con papel absorbente y dejamos que el peso de los libros consigan que desaparezcan las ondas de humedad del papel.